De generación en generación se fué trasnmitiendo un relato establecido entre los Sanavirones acerca de la historia y el origen de la laguna salada de Mar Chiquita o Mar de Ansenuza.
Épocas en las cuales los hombres podían transformarse en cosas, animales y dioses. Historias de héroes, de seres inefables y de víctimas que originaron ese maravilloso y mítico lugar.
La diosa que habitaba las aguas, Ansenuza, era una mujer bellísima, pero extremadamente cruel con aquellos que entraban en sus dominios. Un día, mientras recorría la laguna, Ansenuza encontró sobre la arena el cuerpo de un indio sanavirón. Su primera reacción fue atacar al intruso y destruirlo, pero al percatarse de su inmovilidad, se acercó lentamente a él. El fuerte cuerpo del indio indicaba claramente que era un guerrero, pero se encontraba gravemente herido, tendido en un sueño de agonía y muerte.
Ansenuza, observando al guerrero, sintió como su corazón comenzaba a latir con mayor fuerza y por primera vez sintió que se enamoraba perdidamente. Pero inmediatamente se dio cuenta de que no podría salvarle la vida y entonces comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron en torrente y bañaron el cuerpo del hombre muerto. Tanto lloró que sus lágrimas tornaron saladas las aguas, y ante tanto dolor los demás dioses se apiadaron de ella.
El padre de los dioses decidió dar una oportunidad al amor que había nacido en el corazón de Ansenuza, devolviendo la vida al joven guerrero. Del cielo cayó un rayo que iluminó el cuerpo inmóvil, y lo transformó en una hermosa y esbelta ave de plumas rosadas.
Desde ese momento el flamenco habitó las aguas salobres de Ansenuza, que es como los lugareños llamaban a la laguna Mar Chiquita. Aguas a las que los dioses dieron propiedades curativas para que ya nunca deba llorarse por la pérdida de un amor.
Épocas en las cuales los hombres podían transformarse en cosas, animales y dioses. Historias de héroes, de seres inefables y de víctimas que originaron ese maravilloso y mítico lugar.
La diosa que habitaba las aguas, Ansenuza, era una mujer bellísima, pero extremadamente cruel con aquellos que entraban en sus dominios. Un día, mientras recorría la laguna, Ansenuza encontró sobre la arena el cuerpo de un indio sanavirón. Su primera reacción fue atacar al intruso y destruirlo, pero al percatarse de su inmovilidad, se acercó lentamente a él. El fuerte cuerpo del indio indicaba claramente que era un guerrero, pero se encontraba gravemente herido, tendido en un sueño de agonía y muerte.
Ansenuza, observando al guerrero, sintió como su corazón comenzaba a latir con mayor fuerza y por primera vez sintió que se enamoraba perdidamente. Pero inmediatamente se dio cuenta de que no podría salvarle la vida y entonces comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron en torrente y bañaron el cuerpo del hombre muerto. Tanto lloró que sus lágrimas tornaron saladas las aguas, y ante tanto dolor los demás dioses se apiadaron de ella.
El padre de los dioses decidió dar una oportunidad al amor que había nacido en el corazón de Ansenuza, devolviendo la vida al joven guerrero. Del cielo cayó un rayo que iluminó el cuerpo inmóvil, y lo transformó en una hermosa y esbelta ave de plumas rosadas.
Desde ese momento el flamenco habitó las aguas salobres de Ansenuza, que es como los lugareños llamaban a la laguna Mar Chiquita. Aguas a las que los dioses dieron propiedades curativas para que ya nunca deba llorarse por la pérdida de un amor.
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